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05 octubre 2025

De mártir a mito: el circo de los rosarios tras el asesinato de Antonio Campos [Redifusión]

© Dr. José A. Callejón

D-Lejitos 

https://delejitos.wordpress.com/2025/10/05/de-martir-a-mito-el-circo-de-los-rosarios-tras-el-asesinato-de-antonio-campos/

Antonio Campos está muerto. Lo encontraron maniatado, golpeado, encerrado en el maletero de su coche como si su vida —y su historia— no valieran más que una lata vacía de cerveza. Y sin embargo, ahora que el cadáver ha sido enterrado, hay quienes quieren desenterrar otra cosa: una narrativa conveniente, una canonización exprés, una santidad de saldo.


Los besarrosarios, como el alcalde de Dalías, han salido en procesión. No para pedir justicia, sino para blindar reputaciones. Porque Antonio no era solo funcionario, era cofrade historiador, y, por tanto, parte del engranaje institucional que muchos quieren mantener impoluto. Y si para eso hay que convertirlo en santo, se hace, aunque el crimen apeste a algo más que a violencia: a secretos, a citas que no se cuentan, a llamadas que no se explican, o hasta a una desaparición denunciada con inquietante celeridad. Lo que se teme ahora es lo que el crimen pueda revelar. Y ahí es donde los rosarios tiemblan.

El joven detenido se ha negado a declarar. Y su silencio es tan incómodo como el de otros que prefieren no hablar de los tejemanejes que rodeaban a Campos. ¿Qué hacia un hombre de bien en un polígono con un joven marroquí de 23? ¿Quién le tendió la trampa a Campos? ¿Por qué? ¿Es una extorsión propia de Tinder/ Grindr? ¿Un ajuste del cartel? ¿O se trataba de silenciar a un troyano que sabía cosas íntimas que no tenía que saber?

Mientras tanto, en Berja, algunos ya se preguntan quién va a llenar el vacío logístico que deja su mula. Pues si hay algo que este asesinato va a dejar claro, es que la red de favores, silencios y sustancias no se detiene. Y que el verdadero problema no lo tiene el alcalde de Dalías, que se limita a palidecer en público. Lo tiene Torres, el exalcalde de Berja. Porque cuando se cae una pieza, el castillo tiembla. Y alguien tendrá que buscarse otro proveedor de cocaína (rosa).

El asesinato de Campos merece justicia, no incienso. Y los que hoy le canonizan para limpiar su imagen, como en su momentos ya se hizo con el Padre Rubio, deberían preguntarse si lo hacen por devoción… o por miedo.

José A. Callejón. Doctor en Ciencias Humanas y Sociales