El Premio Nobel de la Paz 2025 ha sido entregado a María Corina Machado, figura emblemática de la oposición venezolana, en lo que muchos celebran como un reconocimiento a su “lucha democrática”. Pero detrás del brillo del galardón se esconde una narrativa profundamente politizada, que revela más sobre los intereses geopolíticos de Occidente que sobre la verdadera paz en Venezuela.
Un Nobel para la servidumbre
Machado, quien permanece en la clandestinidad desde hace más de un año, ha declarado que “Maduro tiene los días contados”. Esta afirmación, lejos de ser una expresión de esperanza democrática, suena más bien como una amenaza revestida de diplomacia, una advertencia que recuerda los tiempos en que los conquistadores premiaban a sus intérpretes por facilitar el saqueo. Así como La Malinche fue símbolo de traición en la historia mexicana, María Corina se erige hoy como la Malinche Venezolana: una figura que, en nombre de la libertad, prepara el terreno para la entrega de la soberanía nacional a los intereses imperialistas de EEUU.
Estados Unidos: el verdadero beneficiario
No es casual que el Comité Noruego del Nobel haya destacado su “incansable labor para la promoción de los derechos democráticos”. En realidad, lo que se premia es su alineamiento con la política exterior estadounidense, que desde hace años busca desestabilizar a Nicolás Maduro para acceder a los vastos recursos petroleros del país. Y Machado ha elogiado abiertamente la postura de los saqueadores calificándola como “clave en el aislamiento del régimen”. ¿Acaso no es esta una confesión de complicidad? ¿No estamos ante una nueva edición del guión codicioso que ya protagonizó Juan Guaidó, el autoproclamado presidente que terminó siendo un títere sin hilos?
El prestigio del Nobel en entredicho
El Nobel de la Paz, antaño símbolo de reconciliación y justicia, se ha convertido en un instrumento de propaganda. La entrega del premio a Machado no honra la paz, sino que legitima una estrategia de intervención. ¿Dónde queda el respeto por la autodeterminación de los pueblos? ¿Qué paz se construye desde la clandestinidad, con el respaldo de potencias extranjeras y la promesa de derrocar a un gobierno legítimo?
Maduro: el demonizado por resistir
Mientras tanto, Nicolás Maduro continúa siendo vilipendiado por los medios esbirros de Trump. Al presidente de Venezuela se le acusa de dictador, de represor, de corrupto. Pero lo que realmente se castiga es su negativa a entregar el petróleo venezolano a las multinacionales extranjeras. Su resistencia a la injerencia lo convierte en enemigo público de quienes no toleran gobiernos soberanos en América Latina. El aislamiento que sufre no es producto de sus políticas internas, sino de su firmeza frente el saqueo disfrazado de ayuda humanitaria.
La máscara de la paz
María Corina Machado no es una heroína de la democracia. Es la Malinche Venezolana, la intérprete de los intereses ajenos, la facilitadora de una nueva conquista. Su Nobel no es un premio a la paz, sino un trofeo por su servidumbre. Y si algo debe alertar al pueblo venezolano, es que tras cada sonrisa diplomática se esconde la sombra del expolio. Venezuela no necesita salvadores con pasaporte extranjero. Necesita dignidad, soberanía y memoria.
Si tengo que apostar por un escenario, con toda la información disponible y el contexto actual, no creo que Estados Unidos vaya a invadir militarmente Venezuela de forma directa. Y si lo hiciera, el resultado más probable sería un fracaso político y estratégico para los yankis (yankees), no una victoria clara.
Mi predicción clara
El tontorrón de Trump no invadirá Venezuela militarmente. Hará ruido, impondrá sanciones, financiará desestabilización interna y usará la amenaza como herramienta electoral o diplomática. Pero una invasión directa implicaría un costo político, militar y económico que superaría con creces cualquier beneficio.
Y si, contra todo pronóstico, decidiera invadir, el conflicto se convertiría en un nuevo Irak o Vietnam: una victoria militar rápida, seguida de una ocupación insostenible, una insurgencia prolongada, rechazo internacional y, finalmente, una retirada humillante. Venezuela no ganaría en el campo de batalla, pero sí en el terreno simbólico y geopolítico.
En resumen, no habrá invasión, y si la hay, será el principio del fin para Trump en la arena internacional.
Perspectivas de «la premiada»
¿Y la premiada nobel de la paz, cómo va a quedar la que ha optado por alinearse con los intereses de Trump promoviendo una agenda que pone en riesgo la soberanía venezolana, puesto que en realidad ha sido premiada no por su lucha por la paz, sino por su utilidad geopolítica?
En un hipotético duelo político entre María Corina Machado y Nicolás Maduro, con Trump operando como titiritero tras bambalinas, el futuro de la opositora podría tornarse sombrío. Convertida en una figura decorativa de la agenda estadounidense, su imagen de “libertadora” se desmoronará rápidamente al evidenciarse su dependencia de intereses foráneos. En lugar de liderar un proyecto nacional, quedará reducida a vocera de un guion escrito en Washington, incapaz de conectar con las mayorías populares que ven en ella no una alternativa, sino una amenaza a la soberanía.
Mientras Maduro resiste con el respaldo de sectores populares, militares y aliados internacionales, Corina quedará atrapada entre la presión de sus patrocinadores y el rechazo interno. Su figura, inicialmente inflada por los medios occidentales, se marchitará al ritmo de su desconexión con la realidad venezolana. En ese escenario, más que una líder, va a terminar siendo recordada como una ficha desechable de una jugada fallida, una Malinche sin pueblo, sin patria y sin historia propia.
© José A. Callejón.
Doctor en Ciencias Humanas y Sociales.